¡Me he mudado!
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15.7.12

El olor metálico de la sangre.

Desconsuelo.
Horror.
Sangre.
Cientos de almas errantes vagando sin rumbo. Sin saber adónde ir ni qué hacer. Han perdido la mano que les guiaba, la que les indicaba el camino que debían seguir, de la que esperaban su protección. Sin embargo, una vez que les ha fallado, que las esperanzas se han marchitado junto a las bombas caídas, ¿qué les queda?
Nada.
Absolutamente nada.
El mundo estalla en caos, convirtiéndose en polvo y cenizas. Cuando los espíritus que sobreviven se deslizan por las calles, mugrientos y manando sangre, caminando despacio por el enorme peso de sus corazones desgarrados. En algún lugar en esa destrucción, entre los edificios caídos como piezas de dominó, derrotados y en ruinas, una niña agarra la mano de su madre y alza sus ojos marrones llenos de inocencia hacia arriba:
-Mira, mamá. El cielo está en llamas.
Y la muerte, sedienta de vidas, fluye sigilosa por un infierno terrestre que la llama a gritos para que cumpla con su trabajo.


Little Seraphine.
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